Petra Majdič, la esquiadora de fondo eslovena, estaba realizando su rutina de calentamiento en los Juegos Olímpicos de Invierno de Vancouver 2010 cuando se cayó por un agujero próximo a la pista, dejándola con cuatro costillas fracturadas y un pulmón perforado. El dolor provocado por estas lesiones habría apartado de la competición a cualquier. Sin embargo, Majdič tomó la arriesgada decisión de competir en la carrera de sprint.
Cada respiración era una batalla, cada movimiento un desafío a los límites humanos. Sin embargo, con una fuerza de voluntad descomunal y una determinación implacable, esquió hasta conseguir una medalla de bronce en aquellos Juegos Olímpicos. Al cruzar la meta, de la inigualable gesta pasó al dolor y se desplomó. La magnitud de sus lesiones se hicieron evidentes. Su espíritu indomable y su resolución incomparable la inmortalizaron como una de las figuras más heroicas de la historia olímpica, un testimonio de las hazañas extraordinarias que el espíritu humano puede lograr cuando las probabilidades parecen insuperables.
Los super-campeones constantemente llevan sus capacidades físicas y mentales al límite, haciendo que la capacidad de tolerar la fatiga y el dolor sea algo esencial para alcanzar el máximo rendimiento.
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